LA ORACIÓN DE INCREDULIDAD

Usted ha escuchado de la oración de fe. Yo creo que existe como la imagen opuesta de un espejo de esta oración, una oración que está basada en la carne. Yo llamo a esto la oración de incredulidad.

Yo quiero presentarle una pregunta. ¿Ha escuchado alguna vez al Señor decir, “Deja de orar – deja de estar de rodillas”? Alguna vez su Espíritu le ha ordenado, “Deja de llorar, y seca tus ojos. ¿Por qué estás postrado delante de mí?”

El Señor le dijo estas palabras a Moisés: “Entonces Jehová dijo a Moisés:
¿Por qué clamas a mí?” (Éxodo 14:15). Lo que literalmente dice en el Hebreo es, “¿Por qué me estás chillando? ¿Por qué todo ese ruidoso pedir en mis oídos?”

¿Por qué diría Dios esto a Moisés? Este era un hombre devoto, que oraba, y que estaba en la mayor crisis de su vida. Los Israelitas estaban siendo perseguidos por el Faraón y no había escape. La mayoría de los Cristianos probablemente reaccionarían como lo hizo Moisés. El se apartó a un lugar desolado para estar solo con el Señor. Entonces vació su corazón en oración.

Cuando Dios escuchó a Moisés chillando, dijo “Basta”. Las Escrituras no son explícitas sobre lo que continuó. Pero en algún momento Dios pudo haber dicho, “Tú no tienes derecho a agonizar delante de mí, Moisés. Tu llanto es una afrenta a mi fidelidad. Yo ya te he dado mi promesa solemne de liberación. Y te he instruido específicamente en lo que tienes que hacer.
Ahora, deja de llorar.”

Cuando enfrentamos nuestras crisis, podemos convencernos, “la oración es lo más importante que puedo hacer ahora mismo.” Pero llega el tiempo en que Dios nos llama a actuar, a obedecer su Palabra en fe. Cuando ese tiempo llega, él no nos permitirá apartarnos a un desierto para orar. Eso sería desobediencia y cualquier oración sería ofrecida en incredulidad.

La oración de incredulidad toma en consideración solamente la bondad de Dios.
Ignora la severidad de sus juicios santos. Pablo escribe, “Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios” (Romanos 11:22). El apóstol menciona a propósito la bondad y la severidad de Dios juntos aquí. El está diciendo que una no puede estar separada de la otra.

En el Antiguo Testamento, Isaías lo dice de esta manera: “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.
Por que vuestras manos están contaminadas de sangre” (Isaías 59:1-3).

Amados, Dios no ha cambiado entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. El es un Dios de amor y misericordia, como Isaías lo indica. Pero él todavía odia el pecado por que él es santo y justo. Por eso él le dijo a Israel, “No puedo escucharte por tu pecado”.

Considere las palabras del salmista David: “A él clamé con mi boca, y fue exaltado con mi lengua. Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió la voz de mi súplica. Bendito sea Dios, que no echó de sí [ignoró] mi oración (Salmo 66:17-20).

El salmista está diciendo, “Yo vi que había iniquidad en mi corazón, y rehusé vivir con ella. Así que fui al Señor para ser limpiado. Entonces él escuchó mi oración. Pero si no hubiese soltado mi pecado, Dios no hubiera escuchado mi clamor”.

SOLICITANDO EL PODER QUE ESTÁ EN CRISTO

Jesús pasaba sus últimas horas con sus discípulos, les dijo: “De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará” (Juan 16:23). Luego, les dijo: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (Juan 16:24).

¡Qué increíble declaración! Mientras esta escena se llevaba a cabo, Cristo les advertía a sus seguidores que Él partiría y que nos los vería por un breve momento. Sin embargo, con las mismas, Él les aseguraba que ellos tenían acceso a toda bendición del cielo. Todo lo que tenían que hacer era pedir en Su nombre.

Los discípulos habían sido enseñados personalmente por Jesús a tocar, buscar y pedir por las cosas de Dios. Fueron enseñados de primera fuente que todas las bendiciones del Padre, toda la gracia, el poder y la fuerza, se encontraban en Cristo. Y ellos habían oído a Jesús, cuando declaró a las

multitudes: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:12-14).

Las palabras de Cristo a los discípulos me convencieron: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre” (Juan 16:24). A medida que leía esto, escuché al Señor, susurrándome: “David, tú no has solicitado el poder que he puesto a tu disposición. Simplemente debes pedir en mi nombre”.

Acá tenemos, lo que creo que entristece el corazón de Dios más que la combinación de todos los pecados de la carne. Nuestro Señor es entristecido por la constante y creciente falta de fe en Sus promesas…por las constantes y crecientes dudas respecto a si Él responde las oraciones…y es finalmente entristecido, por un pueblo que solicita cada vez menos del poder que está en Cristo.

No importa cuánto haya usted pedido ser semejante a Cristo; eso no es nada en comparación a los recursos de la sabiduría espiritual que siguen aguardándonos en su almacén. ¡Pida en grande! Pida sabiduría, pida dirección, pida revelación. Pero debe pedir con fe, sin dudar nada.

Por: David Wilkerson

Guía de Oración (UNE)




La semana del 12 de julio al 18 de julio estaremos intercediendo por toda la comunidad universitaria de la Universidad del Este. Únete a esta iniciativa para que las bendiciones del cielo sean sobre nossotros. Hemos destinado una petición por día para orar e interceder y cubrir toda las áreas de nuestra institución. Vea calendario.

Contamos contigo!!!

Recuerde publicar sus comentarios, queremos saber sus experiencias y testimonios...Bendiciones!!!!

VOLVIÉNDONOS UN PUEBLO DE ORACIÓN

En Jeremías 5, Dios imploró: "Recorred las calles de Jerusalén, y mirad ahora, e informaos; buscad en sus plazas a ver si halláis hombre, si hay alguno que haga justicia, que busque verdad; y yo la perdonaré" (Jeremías 5:1). Lo que el Señor estaba diciendo, en esencia era: "Seré misericordioso, si tan sólo pudiera hallar una persona que me busque".

Durante el cautiverio babilónico, Dios halló a tal hombre en Daniel. Y ahora, más que nunca en la historia, el Señor está buscando el mismo tipo de hombres y mujeres piadosos. Él busca siervos fieles que estén dispuestos a "hacer vallado" y "pararse en la brecha", obras que sólo pueden ser logradas a través de la oración.

Tal como Daniel, tal persona será encontrada con la Palabra de Dios en su mano. Cuando el Espíritu Santo vino sobre Daniel, el profeta estaba leyendo el libro de Jeremías. Fue entonces, que el Espíritu le reveló que el tiempo de liberación había llegado para Israel. A medida que venía la revelación, Daniel fue llevado a orar: "Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios…"
(Daniel 9:3-4).

Daniel sabía que el pueblo de Dios no estaba listo para recibir su restauración. Aun así, ¿mandó el profeta castigar al pueblo por sus pecados? No, Daniel se identificó a sí mismo con el decaimiento moral que le rodeaba. Él declaró: "Hemos pecado…nuestra es la confusión de rostro…porque contra ti pecamos" (Daniel 9:5, 8).

Dios anhela fuertemente bendecir a su pueblo hoy, pero si nuestras mentes están contaminadas con el espíritu de este mundo, no estamos en posición de recibir sus bendiciones. Daniel hizo esta poderosa declaración: "Todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad. Por tanto, Jehová veló sobre el mal y lo trajo sobre nosotros…" (Daniel 9:13–14).

Si examináramos nuestro propio caminar con el Señor y dejáramos que el Espíritu Santo nos muestre las áreas en las que hemos cedido, haríamos más que orar por una nación apartada de Dios. Estaríamos clamando: "Oh Señor, escudriña mi corazón. Expón en mí cada parte del espíritu de este mundo que ha penetrado en mi alma". Como David, recién entonces podremos fijar nuestros rostros para orar por la liberación de nuestras familias, de nuestra nación".

Vía: Email- Devocional David Wilkerson

Claves para sobrevivir emocionalmente


Mantener el bienestar espiritual. La oración diaria, el estudio bíblico, y la comunión regular con otros creyentes nos ayudan a crecer espiritualmente y a mantener nuestros fundamentos.

Aprender a depender de los demás. Todos necesitamos de los demás para ayudarnos a mantener nuestra salud emocional. Esto puede hacerse por medio de grupos de responsabilidad, amistades con otras familias en el ministerio, y compartiendo la responsabilidad. (Si nosotros servimos a los demás, ellos querrán servirnos a nosotros.)

Aceptar las limitaciones personales. A las personas que se dedican al ministerio con frecuencia les gusta lograr mucho y/o son muy sensibles. Aprenda a reconocer las señales del demasiado trabajo y aprenda a controlar su actividad. Sepa cuáles son sus limitaciones y fíjese límites.

Aprender a esperar y a saber manejar el cambio.
Pocas cosas en la vida permanecen estables. Cambiamos constantemente nuestra posición, ministerio, estado financiero, y amistades. Cultive lo que es estable en su vida como las devociones, el sueño, el ejercicio, la diversión, las vacaciones, las comidas con la familia, etc.

Cultivar momentos de recreo significativos. La mayoría de los que logran mucho se deleitan en su trabajo y toman muy poco tiempo para el placer. Todos necesitamos saber qué actividades nos refrescan emocional, física, y espiritualmente. Debe dedicar suficiente tiempo de recreo a esas actividades.

Evaluar. A intervalos regulares, tome tiempo para evaluar sus propósitos y prioridades espirituales y prácticos. Para hacer esto, asista a retiros de 1 a 3 días, unas veces solo, otras con otros líderes en su ministerio.

Por: Wayde I. Goodall, pastor principal, First Assembly of God, Winston-Salem, North Carolina
Vía: Sigueme.Net

Una vida de oración

El poder milagroso de la oración en nuestra vida

Por: Marisol Ramos


• La oración es una enorme fuente de poder a la que se le han reconocido grandes logros y curaciones milagrosas.

• La oración tiene un efecto benéfico sobre la salud.

• La oración ha sido de ayuda para el ser humano desde que el mundo existe y su poder es ilimitado.

• La oración es fuerza, es el poder y el secreto que mueve el cielo y hace que el mundo se mueva a su compas. También es energía mental y verbal, es amor y es medicina para tu cuerpo.

• La oración derriba muros.

• La oración no solo nos ha dado luz para entender el sentido de lo que sucede; sino que nos ha otorgado la fuerza divina del espíritu para transformar una situación.

• La oración nos provee una armadura de protección.

En Juan 14:14 dice: “Si pidiereis en mi nombre, yo lo haré.”


Cuando nosotros oramos es el Poder de Dios el que trabaja para nosotros.

Cuando nos ponemos de acuerdo con otras personas para orar como lo estamos haciendo ahora, el acuerdo te da persistencia. Dos o más resisten cualquier amenaza y Dios te confirmara la victoria.

• La oración cambia el mundo, cambia las personas y es poderosa.

• La oración es el mejor medio para solicitar y recibir lo que necesitamos en nuestras vidas.

• La oración nos lleva a recibir la misericordia de Dios.


Hoy Dios no dice: “Acerquémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” Hebreos 6:4